Es frecuente escuchar o utilizar al momento de dar una palabra de ánimo o bien para pedir una buena ejecución en determinada tarea o actividad a una persona, que le eche ganas.
¿Echarle ganas? Lo podemos entender como dar un esfuerzo adicional, comprometerse con una actividad o proyecto, realizarlo con ánimo y optimismo, no decaer y algunas otras ideas semejantes; pero ¿es suficiente echarle ganas para alcanzar buenos resultados o los esperados? La experiencia me dice rotundamente que ¡NO!
En retrospectiva he visto muchos casos de compañeros y colaboradores que trabajan con mucho empeño, esfuerzo, ánimo y dedicación, que afanosamente realizan dos, tres o hasta más veces la misma tarea porque no les queda bien a la primera, a la segunda o tantas veces lo hayan intentado.
Otros casos que he conocido son los que tienen una muy buena puntualidad y asistencia, pero que socializan en demasía, siempre traen una sonrisa en la cara y quizá, en algunas ocasiones, son motivadores, pero que al final de la jornada no tuvieron una actividad determinada a la que dediquen su esfuerzo.
Y como los anteriores hay otros tantos casos en las organizaciones, donde el personal le echa muchas ganas a lo que hace o intenta hacer, sin embargo los resultados no son los esperados en tiempo y forma.
Para que echarle ganas tenga un efecto realmente positivo en las actividades realizadas debe haber una competencia desarrollada a través de la preparación y experiencia, pues de nada sirve realizar bien una tarea hasta el cuarto intento, donde ya se ocuparon recursos de más, entre ellos uno muy importante que es el tiempo.
Un error muy común al asignar actividades al personal es desconocer si cuenta con las competencias y conocimientos necesarios para realizar de manera eficaz y eficiente lo encomendado. El contar con estudios académicos profesionales o experiencia en puestos similares en otras organizaciones no garantizan que los resultados en las actividades asignadas se realicen con la satisfacción esperada, pues la curva de aprendizaje siempre estará presente y será tan pronunciada de acuerdo a la capacidad de quién se encuentre en ese momento asignado en ese puesto o actividad.
Es muy importante tomarse el tiempo para desarrollar protocolos de inducción que vayan desde el conocimiento general de la empresa, la estructura organizacional con la que cuenta, las actividades propias del departamento y puesto en el que se desempeñará el colaborador y, principalmente, los productos y/o servicios que ofrecen a sus clientes, tanto internos como externos. Estos procesos de inducción no deben ser tan amplios pero si necesarios para evitar la alta rotación de personal y los costos adicionales por errores en el aprendizaje.
Y ahora si, una vez que el personal cuenta con la formación y conocimientos correspondientes, echarle ganas es lo mínimo que se le puede pedir al realizar sus actividades.
Haciendo una versión paralela de echarle ganas, como aficionado a los deportes y practicante alguna vez de ellos, siempre ha estado presente esta frase para obtener un resultado positivo en un encuentro deportivo y lo hemos visto hasta en el deporte profesional mexicano, se habla de echarle ganas, pero muy pocas veces se habla de preparación adecuada, de planeación a mediano y largo plazo, que permita alcanzar resultados exitoso y no solo salir echarle ganas a un juego donde se espera un reconocimiento solo por eso, por echarle ganas.